LITURGIA DOMINICAL




DEL TIEMPO PASCUAL AL TIEMPO ORDINARIO
La experiencia Pascual nos lleva a vivir el Tiempo Ordinario
como Tiempo "extraordinario".


Queridos parroquianos, amigos. Me dirijo de nuevo a vosotros con esta carta con motivo del cambio que hacemos litúrgicamente al terminar el Tiempo de Pascua y retomar nuevamente el Tiempo Ordinario. Tras la Cuaresma que nos preparaba para vivir con intensidad los acontecimientos de nuestra fe en la Semana Santa, con el gozo de la Resurrección de Jesús que ha marcado estos cincuenta días de experimentar la alegría de la vida nueva, caminado este tiempo de Pascua, volvemos al Tiempo Ordinario que ya empezamos tras la Navidad.
Hemos vivido tanto la Cuaresma, como la Semana Santa, como la Pascua, desde unas circunstancias especiales, que quizás no habíamos pensado nunca, ocasionadas por la pandemia del Coronavirus. Hemos cambiado nuestros hábitos de vida, nuestra forma cotidiana de vivir, nuestra manera de celebrar y de compartir la fe. Hemos hecho cosas nuevas, diferentes, para hacer frente a la realidad en la que estamos inmersos. Quizás nos ha hecho mirar la vida de otra forma. Quizás nos hemos planteado cosas nuevas en nuestra manera de vivir, de sentir, de estar con los otros.  Quizás, hemos constatado nuestra pequeñez, nuestra debilidad, nuestra vulnerabilidad y, aunque podemos habernos creído capaces de dominar todo, de saberlo todo, de poder y controlar todo, de ser "dioses", en muchos momentos nos hemos sentido vulnerables, inseguros, confinados, por algo tan pequeño e ínfimo como un "bichito", un virus.
También, seguro que sí, hemos podido constatar que somos capaces de sacar de nosotros, lo mejor. Capaces de pensar más en los otros que en nosotros mismos, de darnos y solidarizarnos con los que sufren, de preocuparnos de los demás, aunque no los conozcamos, de poner nuestras cualidades, nuestros dones, lo mejor de cada uno al servicio de los demás. Hemos sido capaces de sentirnos comunidad, que pertenecemos a la misma familia, familia camino de la Humanidad. Hemos puesto nuestra confianza en Dios.
Estamos ahora en un periodo de "desescalada", en sus distintas fases, para volver poco a poco a la normalidad, a esa "nueva normalidad", que llaman. Creo que no puede ser la misma "normalidad" de antes, aunque sea nueva porque tengamos que llevar mascarilla y guardar la distancia social. No nos sirve la normalidad de antes. 
No nos sirven la forma de hacer política de antes, en la que los políticos buscan los intereses de poder, de partido o ideológicos, sin pensar en el bien común, y en la que siguen peleándose unos y otros, aunque sea a dos metros de distancia o por videoconferencia. 
No nos sirve la normalidad de la economía y las finanzas del cómo ganar más, de la prosperidad de unos países a costa de otros, o de la explotación de los recursos sin medida. 
No nos sirve la normalidad de una globalización que construye muros o que cierra las puertas, las fronteras, para que otros no invadan "nuestra distancia social". 
Tampoco nos sirve la normalidad de una iglesia cerrada en sí misma, con miedo al mundo y a lo nuevo, cuya fe es simplemente venir al templo a cumplir, sin que esa fe y su celebración afecten a la forma de vivir, de estar en el mundo, o ajenos, indiferentes, a sus problemas. 
No, no queremos esa vuelta a la "normalidad" de siempre, con la única novedad de la mascarilla y la distancia social. Queremos un mundo nuevo, queremos una humanidad mucho más cercana al Reino de Dios.
La experiencia de la Pascua de Resurrección nos llama a la vida nueva que nos ofrece Cristo. Una vida distinta sustancialmente, en el modo de tratarnos los unos con otros, en la manera de mirar y cuidar el mundo que nos rodea, en la forma de relacionarnos unos países, culturas, razas, con otras. Una vida que es nueva, no porque la disfracemos con la mascarilla, sino porque ponemos lo mejor de cada uno al servicio de la gran familia humana, en la que lo importante es la dignidad de todos, la fraternidad, la comunión, la solidaridad, el compromiso, el servicio, la justicia… y en la que el lenguaje común, que todos entienden, es el lenguaje del amor que Jesús nos enseña.
Litúrgicamente terminamos el Tiempo Pascual de estos cincuenta días tras el domingo de Resurrección. Comenzamos o retomamos el Tiempo Ordinario, que iniciamos tras la Navidad y que dejamos al empezar la Cuaresma. Terminamos el Tiempo Pascual con estas grandes fiestas pascuales de nuestra fe, la Ascensión, Pentecostés, de estos dos domingos anteriores, en el que el protagonista pasa a ser ahora el Espíritu, que será quien nos guíe en este nuevo tiempo. 
Las dos próximas semanas, ya dentro del tiempo ordinario, celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, titular de nuestra parroquia, en la que la comunidad de Dios es imagen de la comunidad humana que queremos construir, y la fiesta del Corpus Christi, en la que exaltamos la presencia, la entrega y el amor de Dios a la humanidad, con el signo de la Eucaristía. 








Al “tiempo ordinario” le llamamos así para contraponerlo a los “tiempos fuertes” del Adviento, la Cuaresma, la Pascua, que tienen una densidad mayor litúrgica, teológica y espi­ritual. Cabría decir que el “tiempo ordinario”, por el contrario, es un tiempo “débil”. Pero no es así. Tal vez las circunstancias puedan serlo, pero no el conjunto que la liturgia nos ofrece en estos domingos “ordinarios” que abarcan del 12º a 22º del T.O.  
Estos meses de junio, julio, agosto, tiempos de sol y, para mu­chos, tiempo de vacaciones, pueden parecer tiempos “débiles” pero, en medio de las circunstancias especiales que estamos viviendo en este proceso de desescalada hacia la llamada "nueva normalidad", y sobre todo para nosotros los cristianos, el Espíritu, nos lleva, nos conduce a la transformación del mundo, de la vida, la normal, la ordinaria, en vida nueva resucitada; y por eso, en este Tiempo Ordinario, estamos llamados a que sea "Tiempo Extraordinario". Hagamos que, por la acción del Espíritu, nuestra vida ordinaria, con o sin mascarilla, la convirtamos, la transformemos en extraordinaria. 
Estos once domingos, que abarcan estos meses de verano, pueden dividirse en cuatro momentos que os propongo, y que, al hilo de los textos de la liturgia, pueden des­cribir los rasgos de identidad de un cristiano “discípulo misionero”, en medio de un mundo que quiere ser nuevo.
·      Primer momentomi actitud como cristiano. “YO CREO” Venzo mis miedos porque confío en Dios (domingo 12º). Me libero de mis seguridades dispuesto a “perder para ganar” (domingo 13º).  Acepto mi debilidad y rechazo toda tenta­ción de prepotencia poniéndome de parte de los “sencillos” (domingo 14º).

·      Segundo momentomi mirada sobre el mundo en el que vivo. “YO SUEÑO”  Dios ha sembrado en Él su Palabra con ab­soluta gratuidad, sin esperar respuesta (do­mingo 15º). La sociedad, nuestra cultura, nuestra historia nos invita constantemente a movernos entre polaridades, bueno-malo, justo-injusto. Soy realista, sé que las dos partes, los dos polos viven en mí (domingo 16º). Sé también que el mundo que me rodea está plagado de “tesoros” que puedo encontrar o que debo buscar (domingo 17º)

·      Tercer momentomi compromiso como cris­tiano para colaborar con Dios en la construc­ción del Reino. “YO ME COMPROMETO” Desde la generosidad del compartir solida­rio poniendo los dones al servicio de los demás.  (domingo 18º). Desde la oración, que me da la fortaleza (domingo 19º). Desde la apertura de corazón, dispuesto a la sorpresa (domingo 20º).
                                                                  
·      Cuarto momentomi identidad es Cristo y le sigo. “YO CONFIESO”. Confieso mi fe en Jesús de Nazaret, “Hijo de Dios” (domingo 21º). Y le sigo (domingo 22º).

Os invito a todos a que celebréis y llevéis a vuestra oración las lecturas de la liturgia de estos domingos, que nos ayudarán, con la guía del Espíritu, a afrontar los retos de estos nuevos tiempos y a que podamos vivir y hacer extraordinario el quehacer, lo cotidiano, de nuestras vidas, para hacerlas nuevas. 
Podemos empezar este mismo domingo que viene, en la fiesta de la Santísima Trinidadfiesta de nuestra parroquia, sintiéndonos familia y comunidad, que desea parecerse a la familia, a la comunidad de nuestro Dios, Padre, Hijo y Espíritu. 

Os invito a participar en las eucaristías de este fin de semana, tanto el sábado en la tarde como el domingo al medio día o en la misa de la tarde, cada uno según le venga mejor.  Así, podremos “visitarnos" como familia y compartir nuestra fe, nuestra identidad. No podremos realizar la convivencia en el salón como otros años, pero podremos vernos y saludarnos. Eso sí, cuidando las normas establecidas para proteger la salud de cada uno y de los demás.

En relación con el blog de la parroquia, a través del cual me dirijo a vosotros, que iniciamos al principio de la cuarentena y que hemos venido utilizando durante todo este tiempo de la crisis del coronavirus como vía de comunicación, me gustaría indicaros que:  






Quiero notificaros también que mantendremos durante el mes de junio las eucaristías con el actual horario: 



  
Finalmente, invitaros a todos a continuar creciendo en la fe, en medio de las circunstancias y la realidad que vivimos. Animaros a que sigamos confiando en Dios, sigamos buscando y haciendo su voluntad en cada momento de nuestra vida, dejándonos guiar por su Espíritu para hacer "extraordinario" cada momento de nuestra vida para transformar nuestro mundo. 

Recordad y cuidad las normas que se nos dan para nuestra protección y la de los demás. El virus sigue estando en medio de nosotros. Sed, por tanto, prudentes, cuidaos y sigamos cuidando los unos de los otros.

Con todo mi afecto.  

Ángel Muñoz, s.j.




Los siguientes enlaces te dirigen a las lecturas del día 



Después de estos 16 domingos llenos de cambios y desafíos vamos incorporándonos lentamente a la "nueva normalidad". Como en cualquier proceso de la vida, es tiempo de decir adiós. Este domingo será el último día que publicaremos esta hoja o página dedicada a la Liturgia. En este tiempo de "aislamiento", la palabra y el encuentro con la Palabra nos ha fortalecido y acompañado. Queremos daros las gracias por haber acompañado nuestras oraciones y reflexiones. 
Volvamos a la vida con fuerza, con SU FUERZA. Seguiremos cuidándonos unos de otros. 
Mantengamos siempre viva la esperanza y la fe. 
GRACIAS

EL EQUIPO DE REDACCIÓN DEL BLOG







DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2020  SANTÍSIMA TRINIDAD 





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