REFLEXIONES AL EVANGELIO DEL 3º DOMINGO DE PASCUA
En estos domingos pascuales en los que celebramos la Vida, la victoria de Cristo sobre el dolor, el sufrimiento, el pecado y la muerte, las lecturas de las Escrituras nos ponen delante el misterio de estas realidades que afectan a todo ser humano y sus interrogantes, al que Cristo ha venido a responder y a dar sentido con su vida, con su muerte y con su resurrección. El texto del evangelio de los discípulos de Emaús que hoy se nos presenta, es para mí, quizás el más bonito de todos los textos de las apariciones del resucitado. Lo es por muchas razones, por muchas reflexiones que nos sugiere; quizás también, porque representa muchas de nuestras experiencias personales.
1. Este Evangelio nos presenta el mundo de la increencia, de la ignorancia, de la duda y de la desesperanza, cuando hacemos de la realidad una lectura puramente horizontal: «nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió». Mucha gente elude hoy plantearse los interrogantes de la búsqueda del sentido de la vida y de la muerte. Se prefiere mirar para otro lado y pasar de hacerse ahora la pregunta…, quizás a lo mejor más tarde. No se sabe cuándo. La escena se produce el mismo domingo de Pascua y estos dos discípulos, después de los acontecimientos que han sucedido se vuelven a sus casas. Han seguido a Jesús, se han llenado del espíritu del Reino que él ha predicado, y no es que hayan perdido la fe en eso, siguen creyendo en esa persona y en ese Reino, pero parece que las cosas no han sido como ellos pensaban, y vuelven un tanto decepcionados, desilusionados, .... A los discípulos de Emaús la fe en la resurrección de Jesús les cambió la vida. Cuando se les había nublado la fe, se les había nublado la alegría y la esperanza: nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió todo esto. A los discípulos de Emaús les pasó lo mismo que les había pasado a los demás discípulos de Jesús: antes de ver al resucitado andaban tristes y acobardados; después de verlo recobraron la alegría, la valentía y las ganas de vivir y predicar. Sorprendentemente, en la primera lectura de los Hechos hemos podido contemplar a Pedro que, poniéndose en pie junto a los once, levanta la voz y proclama la Resurrección del Señor: «lo matasteis clavándolo a una cruz…Pero Dios lo resucitó». De esta forma, Pedro sostiene que el poder del mal, de la mentira, de la injusticia, de la envidia, del sufrimiento, del pecado del mundo y de la muerte, no tienen para Dios la última palabra. La misericordia, la bondad y el amor de Dios sobre la Humanidad, manifestado en Jesucristo resucitado, es más fuerte que el poder del mal. Esta es la verdad de nuestra fe, «pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo».
2. Muchas veces nosotros hemos tenido la misma tentación de los discípulos de Emaús: huir, dejarlo todo, nos vence el cansancio, la desilusión, la desesperanza, el sentido de fracaso.... O bien, realizamos nuestra tarea de cristianos, de discípulos, pero en ocasiones con cierta desilusión, pesimismo; tenemos la fe y el conocimiento de Cristo, pero quizás nos falta algo más, … Quizás nos falta lo único que puede hacer «arder» el corazón: el contacto personal con Jesús vivo. Pero, también hemos experimentado en muchas ocasiones de nuestra vida cómo Jesús no nos abandona, se acerca a nosotros como se acercó a los discípulos de Emaús: "Jesús en persona se puso a caminar con ellos". Él quiere compartir nuestros problemas, quiere sacarnos de las tinieblas, quiere darnos una palabra de ánimo que aclare nuestras dudas. Y cuando esto sucede, comprobamos entonces, como lo hicieron los de Emaús, que Él es nuestra única esperanza. Jesucristo, el Señor resucitado, es el único que da sentido al misterio de la vida. Lo que entrega Jesús a los dos caminantes es algo más que un discurso, son sus gestos, su estilo y su talante lo que hace despertar a los discípulos.
3. Este relato del evangelio, nos sugiere cómo podemos llegar a tener una auténtica experiencia del resucitado; sobre cómo y dónde encontrar a Jesús en las vicisitudes de nuestra vida, es decir: en el camino que recorremos cada día. Somos llamados, como los de Emaús, a ponernos en camino y a dejarnos interpelar por el Señor que camina siempre a nuestro lado. Lo encontramos en primer lugar en "la Palabra". Es meditando la Palabra de Dios y aplicándola en nuestra vida como podemos reconocer al Dios del Amor que Jesús nos anunció. En segundo lugar podemos encontrar a Jesucristo en la Eucaristía. A los discípulos de Emaús "se les abrieron los ojos y lo reconocieron.....y contaron cómo le habían reconocido al partir el pan". El resucitado, en este pasaje de Emaús, nos muestra cómo quiere ser anunciado y reconocido en nuestro mundo: dándose, partiéndose, repartiéndose, entregándose, vaciándose…Cuántas veces nos preguntamos en la Iglesia cómo poder transmitir la fe en nuestro mundo actual, que parece, en nuestra vieja Europa, estar de vuelta de la religión, en la apostasía silenciosa, queriendo vivir en la época de la pos-verdad. Vivimos en un mundo en el que son evidentes los signos del laicismo. Parece que la fe, que Dios, ha desaparecido del horizonte de muchas personas o se ha convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente... Sin embargo, constatamos que el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre.
4. Pero hay un tercer lugar de encuentro que los cristianos necesitamos recuperar: la comunidad. No se puede ser cristiano por libre, necesitamos la Comunidad para crecer como creyentes. Los discípulos de Emaús rectificaron su camino y volvieron a Jerusalén, "donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: es verdad, ha resucitado el Señor". Jesús siempre camina a nuestro lado; siempre, estemos más fuertes en la fe o tengamos momentos de debilidad; siempre está a nuestro lado. Esto nos debe alegrar, sentir la alegría de que siempre estamos acompañados por él. Tenemos que reconocerlo, no sólo cuando entendemos las cosas y nos va bien, sino también cuando no es como queremos. Jesús llena el vacío de nuestra vida; porque sólo El sacia nuestros anhelos y nuestra sed de felicidad.
Tres lugares de encuentro y tres apoyos fundamentales para el cristiano: la Palabra, la Eucaristía y la Comunidad. Busquémosle siempre donde se le puede encontrar: en la Palabra; en el compartir el Pan de la Eucaristía que invita a partir y repartir el pan, especialmente en los más pobres y necesitados; y en la Comunidad de hermanos, con el encuentro de todos, especialmente con los más vulnerables, sufrientes, debilitados.