viernes, 19 de junio de 2020

REFLEXIONES AL EVANGELIO


REFLEXIONES AL EVANGELIO DEL DOMINGO 12TO-Ciclo A- 21 junio 2020

1.- El recuerdo de la ejecución de Jesús estaba todavía muy reciente. Por las comunidades cristianas circulaban diversas versiones de su Pasión. Todos sabían que era peligroso seguir a alguien que había terminado tan mal. Jesús no quería que sus discípulos se hicieran falsas ilusiones. Nadie puede pretender seguirle de verdad, sin compartir de alguna manera su suerte. En algún momento, alguien lo rechazará, maltratará, insultará o condenará. La respuesta ante esta situación, le sale a Jesús desde dentro: «No les tengáis miedo». El miedo es malo. No ha de paralizar nunca a sus discípulos. No han de callarse. No han de cesar de propagar el mensaje de Jesús por ningún motivo.

2.- Jesús les va a explicar cómo han de situarse ante la persecución. Con él ha comenzado ya la revelación de la Buena Noticia de Dios. Deben confiar. Lo que todavía está «encubierto» y «escondido» a muchos, un día quedará patente: se conocerá el Misterio de Dios, su amor al ser humano y su proyecto de una vida más feliz para todos.

Los seguidores de Jesús están llamados a tomar parte activa desde ahora en ese proceso de revelación: «Lo que yo os digo de noche, decidlo en pleno día». Lo que les explica al anochecer, antes de retirarse a descansar, lo tienen que comunicar sin miedo «en pleno día». «Lo que yo os digo al oído, pregonadlo desde los tejados». Lo que les susurra al oído para que penetre bien en su corazón, lo tienen que hacer público. Jesús insiste en que no tengan miedo. «Quien se pone de mi parte», nada ha de temer. 

3.- El miedo se apodera de nosotros cuando en nuestro corazón crece la desconfianza, la inseguridad o la falta de libertad interior. A veces es el miedo a perder prestigio, seguridad, comodidad o bienestar lo que nos detiene al tomar las decisiones. No nos atrevemos a arriesgar nuestra posición social, nuestro dinero o nuestra pequeña felicidad. Otras veces nos paraliza el miedo a no ser acogidos. Nos atemoriza la posibilidad de quedarnos solos, sin la amistad o el amor de las personas. Tener que enfrentarnos a la vida diaria sin la compañía cercana de nadie. Con frecuencia vivimos preocupados solo de quedar bien. Nos da miedo hacer el ridículo, confesar nuestras verdaderas convicciones, dar testimonio de nuestra fe. Otras veces nos invade el temor al futuro. No vemos claro nuestro porvenir. No tenemos seguridad en nada. Quizá no confiamos en nadie. Nos da miedo enfrentarnos al mañana.

Este miedo es el problema central del ser humano y sólo nos podemos liberar de él, enraizando nuestra vida en un Dios que sólo busca nuestro bien. Así lo veía Jesús. Por eso, se dedicó, antes que nada, a despertar la confianza en el corazón de las personas. Su fe profunda y sencilla era contagiosa: «Si Dios cuida con tanta ternura a los gorriones del campo, los pájaros más pequeños de Galilea, ¿cómo no os va a cuidar a vosotros? Para Dios sois más importantes y queridos que todos los pájaros del cielo»

4.- Cuando un creyente escucha de verdad en su corazón las palabras de Jesús: «No tengáis miedo», no se siente invitado a eludir sus compromisos, sino alentado por la fuerza de Dios para enfrentarse a ellos. La fe en Dios es la que llena nuestros corazones de fuerza para vivir con más generosidad y de manera más arriesgada. Es la confianza viva en el Padre la que nos ayuda a superar cobardías y miedos para defender con más audacia y libertad el reino de Dios y su justicia. La fe crea personas resueltas y audaces. Nos abre más a la vida problemática y conflictiva de cada día. Nos anima para el compromiso.

El evangelio de hoy es una llamada permanente a esta confianza radical en Dios. Nuestra vida está en manos del Padre. «No tengáis miedo», Dios que se preocupa de cada ser humano.

Este tiempo de pandemia, de enfermedad, de "nuevas normalidades", es una oportunidad para abrirnos al Espíritu y transformar el mundo; para salir, sin miedo, a denunciar una sociedad egoísta e individualista y proponer una humanidad, una familia universal, unida por la fraternidad y la solidaridad.

Pidamos al Señor esta fe y esta confianza en Dios, para que nuestra vida de cristianos, y de comunidad eclesial, sea una vida de testimonio, sin miedos a la circunstancias o dificultades, porque Dios está con nosotros. Pidamos este don en la eucaristía que celebramos.