GUIÓN PARA LA ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO: JUEVES 12 DE MARZO DE 2020
PARA COMENZAR: Nos ponemos en la presencia del Señor. Nos saludamos en su nombre. Si dejamos a Dios que sea el protagonista principal de nuestra historia, de nuestras vidas, cada momento, cada circunstancia de ella, es especial. Hacemos presente nuestra disponibilidad de discípulos en este rato de Adoración Eucarística, saludándonos en su nombre:
+ En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
EXPOSICIÓN: Nos arrodillamos y mientras cantamos (No adoréis a nadie más que a Él), se expone el Santísimo.
Reconocemos la Divinidad de Jesús, que se abaja a nuestra humanidad, para amarnos. Lo alabamos rezando juntos:
- Alabado sea Jesús, nuestro único Señor: Sea por siempre bendito y alabado.
- Alabado sea Jesús, encarnado y resucitado: Sea por siempre bendito y alabado.
- Alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar: Sea por siempre bendito y alabado.
ORAMOS CON LOS SALMOS: Salmo "DESPIÉRTANOS"-(para pedir fe, confianza en Dios)
Antífona: "La misericordia del Señor cada día cantaré" (Cantada)
1. Despierta, Señor, nuestros corazones,
que se han dormido en cosas triviales
y ya no tienen fuerza para amar con pasión.
2. Despierta, Señor, nuestra ilusión,
que se ha apagado con pobres ilusiones
y ya no tiene razones para esperar.
3. Despierta, Señor, nuestra sed de ti,
porque bebemos aguas de sabor amargo
que no sacian nuestros anhelos diarios.
4- Despierta, Señor, nuestra hambre de ti,
porque comemos manjares que nos dejan
hambrientos y sin fuerzas para seguir caminando.
5- Despierta, Señor, nuestras ansias de felicidad,
porque nos perdemos en diversiones fatuas
y no abrimos los secretos escondidos de tus promesas.
6- Despierta, Señor, nuestro silencio hueco,
porque necesitamos palabras de vida para vivir
y sólo escuchamos reclamos de la moda y el consumo.
7-Despierta, Señor, nuestro anhelo de verte,
pues tantas preocupaciones nos rinden
y preferimos descansar a estar vigilantes.
8. Despierta, Señor, esa amistad gratuita,
pues nos hemos instalado en los laureles
y sólo apreciamos las cosas que cuestan.
9. Despierta, señor, nuestra fe dormida,
para que deje de tener pesadillas
y podamos vivir todos los días como fiesta.
10. Despierta, señor, tu palabra nueva,
que nos libre de tantos anuncios y promesas
nos traiga tu claridad evangélica
11. Despierta, señor, nuestro espíritu,
porque hay caminos que sólo se hacen
y enséñanos a vivir despiertos.
12. Despierta, Señor, tu fuego vivo.
Acrisólanos por fuera y por dentro,
con los ojos abiertos para reconocerte.
Antífona: "La misericordia del Señor cada día cantaré" (Cantada)
(En silencio; dejamos resonar en nuestro interior lo que hemos proclamado)
Después de un momento de silencio, podemos repetir en voz alta, algunas frases, de este salmo, que más nos resuenen, nos digan, nos afecten...
LECTURA Y REFLEXIÓN: Lectura del santo evangelio según san Mateo (17, 1-9):
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una
voz desde la nube decía:
voz desde la nube decía:
—Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
—Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Palabra del Señor
(Releemos en silencio este texto, contemplando la escena, fijándonos en los rostros de los apóstoles. Podemos recordar nuestros momentos fuertes de experiencia de Dios, de encuentro con Dios en nuestras vidas; y dejamos que estas palabras calen en nosotros)
* En un primer momento, para reflexionar con este texto, quizás tenemos que ponernos en el lugar de los apóstoles, unos días antes de que se produjera esta experiencia de la transfiguración. Seis días antes, cuando Jesús había revelado a sus discípulos que en Jerusalén iba a ‘sufrir mucho, a ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y los escribas, asesinado y, tres días después, resucitar’”. Aquel anunció de la Pasión y Resurrección “había sumido en crisis a Pedro y a todo el grupo de los discípulos, que rechazaban la idea de que Jesús pudiera ser rechazado por los jefes del pueblo y asesinado”. De hecho, “ellos esperaban a un Mesías poderosos y dominador. En cambio, Jesús se presenta como un humilde y manso siervo de Dios y de los hombres, que iba a dar su vida en sacrificio, avanzando por el camino de la persecución, del sufrimiento y de la muerte”. Podemos fijarnos en nosotros, cada uno en sí mismo, y ver esos momentos en los que pensamos que Dios nos lo arreglará todo, en que no permitimos que Jesús, y nosotros como seguidores, tenemos que pasar por situaciones de dificultad, de cierto miedo, ... Momentos en los que no aceptamos el camino de Jesús, ... esos momentos en los nos desilusionamos, porque no encontramos en nuestra fe, en Jesús, aquello que yo creo que debe ser en las distintas circunstancias de la vida. Contemplar esos momentos, y contemplar también ese miedo, preocupación de los apóstoles... (oramos en silencio)
* “Jesús se lleva consigo a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan, y ‘los conduce a o alto de un monte’; y allí, por un momento, muestra toda su gloria, la gloria del Hijo de Dios. Este evento de la transfiguración permite, de ese modo, a sus discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin quedar abrumados”. Es una aparición pascual anticipada. La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús; nos hace comprender mejor también su resurrección. ‘¡Escuchadlo!’. Los discípulos son llamados a seguir al Maestro con confianza y esperanza, incluso en los momentos de dificultad, de incomprensión... Nosotros somos también llamados a ello. Podemos fijarnos en esos momentos de gozo, de alegría, en los que hemos sentido en nuestra vida esa presencia de Dios, esas experiencias gozosas de Dios, que nos han impulsado, que nos han animado, fortalecido... En los que hemos sentido ese amor infinito de Dios.(oramos en silencio)
* los discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús, tenemos que seguirlo, tal como hacían las multitudes en el Evangelio, que lo reconocían por las calles de Palestina. Jesús no tenía una cátedra o un púlpito fijos, sino que era un maestro itinerante, que proponía sus enseñanzas a lo largo de las calles, recorriendo distancias no siempre previsibles y, a veces algo incómodas. Tenemos que saber escuchar, reconocer a Jesús en nuestras calles de la vida, en las cosas diarias cotidianas, en las personas, en las circunstancias concretas: Jesús nos ilumina en todas ellas; tenemos que saber mirar bien, para verle, encontrarle, escucharle.
Subida y bajada. La cuaresma nos invita a la oración, a tener experiencia de fe, experiencia de Dios, de su amor.. Tenemos necesidad de apartarnos en un espacio de silencio - de subir a la montaña - para reencontrarnos con nosotros mismos y percibir mejor la voz del Señor. ¡Pero no podemos quedarnos ahí! El encuentro con Dios en la oración nos impulsa nuevamente a bajar de la montaña y a volver hacia abajo, a la llanura, donde nos encontramos con muchos hermanos abrumados por fatigas, injusticias, pobreza material y espiritual. A estos hermanos nuestros que están en dificultad, estamos llamados a brindarles los frutos de la experiencia que hemos vivido con Dios, compartiendo con ellos los tesoros de la gracia recibida. Pero, si no hemos estado con Dios, si nuestro corazón no ha sido consolado ¿cómo podremos consolar a otros?
Pedirle al Señor esta gracia, este don de la fe, de saber verle, de saber escucharle en todos los momentos de nuestras vidas. Pedir dejarnos transformar por Cristo.
(Al final, brevemente, se puede expresar algún sentimiento o petición)
BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO
Rezamos el Padrenuestro
S/: Oremos: Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos el fruto de tu redención. Haznos dignos de celebrar tu eucaristía y acercar tu presencia al pueblo que nos encomiendas. Bendícenos siempre con tu presencia. Te lo pedimos a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(+ Bendición con el copón o con la custodia)
PARA FINALIZAR LA ORACIÓN
Lector (S/): Al terminar nuestra oración, ante la Presencia Real de Jesús, Pan Vivo que se nos dona como alimento espiritual, renovamos nuestro compromiso y nuestra respuesta de seguimiento, como Familia Sacerdotal, agradeciendo y pidiendo con insistencia sus dones para responder con fidelidad al llamamiento, a la misión que Dios nos encomienda, y que pone en nuestra manos. A cada alabanza respondemos: Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Gracias Dios de la Vida, por tu Presencia en la creación y en el corazón de la humanidad. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Gracias Señor de la Historia, por encarnarte en nuestro mundo, en nuestra historia personal, por darnos a conocer tu voluntad. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Gracias Dios de Amor, por hacerte uno de nosotros, pequeño, pobre y necesitado. Por confiar cada día en nosotros. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Te alabamos Señor, por tu Presencia Viva en la Eucaristía y en tu Palabra, llénanos siempre de Ti. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Te alabamos Señor, porque nos has llamado a tu servicio, fiándote de nosotros con infinita misericordia. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Te alabamos Señor, por Tu Madre, la Virgen María, quien es para nosotros maestra, madre y guía. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Bendito seas Señor, por el Consuelo que cada día recibimos de Ti, ayúdanos a ser Consolación para los demás. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Bendito seas Señor, por tu Iglesia, a través de ella recibimos tus sacramentos y misión. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
Bendito seas Señor, por regalarnos la fe necesaria para creer firmemente en Ti, la esperanza para anteponer tu llamada a las realidades y dificultades que nos rodean y tu amor para servirte en los más pequeños y necesitados. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.
S/: Oremos: A ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, te pedimos humildemente que imitando fielmente tu palabra vivamos siempre en la claridad de tu luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén.