lunes, 16 de marzo de 2020

JUEVES EUCARÍSTICO DÍA 5 DE MARZO




GUIÓN PARA LA ORACIÓN ANTE EL SANTÍSIMO: JUEVES 5 DE MARZO DE 2020

PARA COMENZAR: Nos ponemos en la presencia del Señor. Nos saludamos en su nombre. Si dejamos a Dios que sea el protagonista de nuestra historia, de nuestras vidas, cada momento, cada circunstancia de ella, es especial. Hacemos presente nuestra disponibilidad de discípulos en este rato de Adoración Eucarística, saludándonos en su nombre:
                        + En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

EXPOSICIÓN:  Nos arrodillamos y mientras cantamos (No adoréis a nadie más que a Él), se expone el Santísimo.
Reconocemos la Divinidad de Jesús, que se abaja a nuestra humanidad, para amarnos. Lo alabamos rezando juntos: 
 Alabado sea Jesús, nuestro único Señor: Sea por siempre bendito y alabado.
Alabado sea Jesús, encarnado y resucitado: Sea por siempre bendito y alabado.
Alabado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar: Sea por siempre bendito y alabado.



ORAMOS CON LOS SALMOS: Salmo de "CONFIANZA" - (pedir confianza a Dios)
Antífona: "Danos un corazón, grande para amar; danos un corazón fuerte para  luchar" (Cantada)

1. Señor Jesús, eres luz para mi camino, Eres el Salvador que yo espero.
¿Por qué esos miedos ocultos? ¿A quién temo, Señor?
La vida es como una encrucijada, y a veces, indeciso, no sé por dónde ir.
Creo en ti, Señor Jesús. Tú eres la defensa de mi vida. ¿Quién me hará temblar?

2. Lo sé de sobra: seguirte es duro; ¡hay tantas caminos fáciles a mi lado!
Yo sé, Señor, que si me dejo llevar por ellos, me atarán hasta quitarme la libertad que busco.
Yo sé que si te sigo y me fío de ti los obstáculos del camino caerán como hojas en otoño.

3. Aunque la mentira y el egoísmo  acampen contra mí,
aunque la indiferencia y el desaliento me rodee, mi corazón, Señor Jesús, no tiembla. 
Aunque mis ojos encuentren en cada esquina una llamada a perder mi dignidad, 
mi corazón dirá que no, porque en ti me siento tranquilo.

4. Una cosa te pido, Señor, y es lo que busco:
vivir unido a ti, tenerte como amigo y alegrarme de tu amistad sincera para conmigo.
En la tentación me guardarás, me esconderás en un rincón de tu tienda,
y así me sentiré seguro como en roca firme

5. Señor Jesús, escúchame, que te llamo. Ten piedad. Respóndeme, que busco tu rostro.
Mi corazón me dice que tú me quieres, y que estás presente en mí,
que te preocupas de mis problemas como un amigo verdadero.
6. Busco tu rostro: no te escondas de mí. No me abandones, pues tú eres mi Salvador.
Dame la certeza de saber que, aunque en la vida todo me abandone, tú estarás a mi lado.

7. Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana.
Espero gozar siempre de tu compañía.
Quiero gozar siempre de tu vida en mi vida.

8. Espero en ti, Señor Jesús: dame un corazón valiente y animoso para seguirte.
Tú, que eres luz para mi camino y el Salvador en quien yo confío.
Antífona: "Danos un corazón, grande para amar; danos un corazón fuerte para                     luchar" (Cantada)

(En silencio; dejamos resonar en nuestro interior lo que hemos proclamado)
Después de un momento de silencio, podemos repetir en voz alta, algunas frases, de estos dos salmos, que más nos resuenen, nos digan, nos afecten...

LECTURA Y REFLEXIÓN:  Lectura del evangelio según san Mateo (4, 1-11):
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al final sintió hambre.
Y el tentador se le acercó y le dijo: 
 —Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.
Pero él le contestó diciendo:
—Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo lo lleva a la Ciudad Santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo:
—También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y mostrándole todos los reinos del mundo y su esplendor le dijo: 
 —Todo esto te daré si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús:  —Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.
Palabra del Señor


(Al comenzar la Cuaresma, Releemos en silencio este texto, mirando la situación de nuestra vida, a veces también en desierto. Vemos como Jesús también se sitúa para su Cuaresma; dejamos que estas palabras calen en nosotros)



Algunos puntos, para reflexionar, meditar, orar, en silencio:

* "En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu..." En esta primera frase el evangelio, vemos a Jesús que se sitúa en el desierto. Es el lugar de su "Cuaresma". Y es guiado allí por el Espíritu. Es el mismo Espíritu de Dios el que en este tiempo, le pone en el desierto, en donde no hay nada, en donde se pasa necesidad, en donde se puede ver y mirar uno a sí mismo, tal y como es, porque no hay otras cosas nada más que yo y mis situaciones. Y es ahí, en mis situaciones en donde tengo que elegir. ¿Cómo me sitúo yo ante este Tiempo, ante la Cuaresma? ¿Un tiempo más en el que tengo que hacer cosas buenas, cumplir con la costumbres? ¿Un tiempo para  llenarlo con algo de más rezos, quizás también con ayunos los viernes, puede que también con algunos gestos de limosnas..? ¿O, quiero que la Cuaresma sea, un dejarme llevar por el Espíritu? ¿Quiero ponerme ante las situaciones de mi vida? ¿Quiero ponerme en situación de desierto, de elegir, de confiar, de crecer en la fe? (oramos en silencio)
* "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes...., Si eres Hijo de Dios, tírate abajo..., " En qué consiste ser Hijo. Cuando Jesús siente hambre, el tentador intenta que se aproveche de su condición de Hijo y utilice su poder en su beneficio, convirtiendo las piedras en panes. Pero, para Jesús, ser Hijo no tiene nada que ver con demostrar su poder. Ser Hijo es fiarse de Dios y de su Palabra incondicionalmente, saberse amado y en buenas manos. En la segunda tentación de nuevo, la voz del tentador le toca a Jesús la fibra más sensible: “Si eres Hijo de Dios...” En el bautismo, Jesús había escuchado estas Palabras del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”. El amor del Padre y su voluntad es lo único importante para Jesús pero, a lo largo de su vida, tuvo que escuchar muchas voces que ponían en duda su identidad de Hijo, sobre todo al final, en la cruz: “¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!... Ha puesto su confianza en Dios; que lo salve ahora, si es que de verdad le quiere, ya que dijo: Soy Hijo de Dios” También nosotros le pedimos al Padre en muchas ocasiones, una prueba de su amor y protección. 
Todos nosotros, a lo largo de nuestra vida, y en muchos momentos del día a día, nos sentimos en medio de estas tentaciones, por las situaciones que vivimos. Podemos hacer conscientes ese tipo de tentaciones que vivimos. Siempre vamos a ser tentados, pero de lo que se trata es de si nos sentimos hijos de Dios cuando aparecen esos momentos.
¿Cómo respondo yo ante esos momentos de debilidad, de hambre, de enfermedad, de dolor o sufrimiento en la circunstancias familiares, etc.? ¿Pongo mi confianza en Dios, de fío de él; o quiero que Dios se adapte a mí, a lo que quiero, a lo que deseo, a la necesidad inmediata? ¿Intento ver en las situaciones difíciles de la vida, los acontecimiento imprevistos, en los que no entendemos, que Dios me pide algo para superarlos..?
¿Me dejo llevar, arrastrar, por las situaciones y opto por lo fácil..?
Puedo pedir al Señor, su fortaleza; que me de confianza; que me de fe para poder decir siempre que "Sólo Dios es digno de adoración"
(oramos en silencio)


(Al final, brevemente, se puede expresar algún sentimiento o petición)

BENDICIÓN CON EL SANTÍSIMO

Rezamos el Padrenuestro

S/: Oremos: Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos el fruto de tu redención. Haznos dignos de celebrar tu eucaristía y acercar tu presencia al pueblo que nos encomiendas. Bendícenos siempre con tu presencia. Te lo pedimos a  Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(+ Bendición con el copón o con la custodia)


PARA FINALIZAR LA ORACIÓN
    Lector (S/): Al terminar nuestra oración, ante la Presencia Real de Jesús, Pan Vivo que se nos dona como alimento espiritual, renovamos nuestro compromiso y nuestra respuesta de seguimiento, como Familia Sacerdotal, agradeciendo y pidiendo con insistencia sus dones para responder con fidelidad al llamamiento, a la misión que Dios nos encomienda, y que pone en nuestra manos. A cada alabanza respondemos: Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Gracias Dios de la Vida, por tu Presencia en la creación y en el corazón de la humanidad. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Gracias Señor de la Historia, por encarnarte en nuestro mundo, en nuestra historia personal, por darnos a conocer tu voluntad. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Gracias Dios de Amor, por hacerte uno de nosotros, pequeño, pobre y necesitado. Por confiar cada día en nosotros. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Te alabamos Señor, por tu Presencia Viva en la Eucaristía y en tu Palabra, llénanos siempre de Ti. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Te alabamos Señor, porque nos has llamado a tu servicio, fiándote de nosotros con infinita misericordia. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Te alabamos Señor, por Tu Madre, la Virgen María, quien es para nosotros maestra, madre y guía. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Bendito seas Señor, por el Consuelo que cada día recibimos de Ti, ayúdanos a ser Consolación para los demás. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Bendito seas Señor, por tu Iglesia, a través de ella recibimos tus sacramentos y misión. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

Bendito seas Señor, por regalarnos la fe necesaria para creer firmemente en Ti, la esperanza para anteponer tu llamada a las realidades y dificultades que nos rodean y tu amor para servirte en los más pequeños y necesitados. Te bendecimos Señor, eres nuestra Fuerza y Consuelo.

         S/: Oremos: A ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz,       te pedimos humildemente que imitando fielmente tu palabra vivamos siempre en        la claridad de tu luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R. Amén.